“Nunca de nuevo la esperanza en un ir y venir de nombres, de figuras. Alguien soñó muy mal, alguien consumió por error las distancias olvidadas.”
Alejandra Pizarnik-Poesia completa
Si en la obra última de Luisi Llosa se reflejan datos autobiográficos también se revelan síntomas e indicios de estos tiempos.
Primero habló de resistencia a la penetración de otro cuerpo o de su cuerpo. Y de la mirada penetrante de los otros. En su posible lectura polisémica, hoy, con la misma dureza que puede pasar desapercibida en un mundo acostumbrado al vacío, a la falta de afección y del calor de los objetos y los hechos, de las vivencias y las relaciones, con la misma frialdad y economía de estrategias, Llosa señala el dolor, la violencia , la herida tras la penetración y la aniquilación o derrota de dicha resistencia.
Sus últimas piezas, diseñadas con recursos mínimos, son la metáfora de ese dolor, de la herida, del “ no aprecio” o afección, cuando la resistencia ha cedido o desaparecido.
Basta una hendidura en un bloque de cemento para que esta pueda ser relacionada con la sutilmente violenta imagen de un desgarro, y hasta con la imagen del sexo femenino mismo, ligera o finamente representada, casi sólo insinuada y sintetizada en un simple corte. El sexo femenino como una herida. Como un trauma, como el producto de una violencia. Llosa es tan osada que es capaz de pretender hacer un muro con los elementos más sólidos que pueden haber como lo son el concreto de cemento y los propios cables de bronce de una resistencia, jugando a esconderse detrás de ese solido muro para no ser tocada por nada creyéndose por un momento segura.
El contexto cultural nos prepara para la operación de significación.
La pieza, fría, cruda, de apariencia más bien minimal, del ladrillo de cemento horadado por el alfiler, casi hace desaparecer también la sensación de dolor o la violencia.
Llosa, con gélida elegancia, ha representado el vacío, la ausencia de drama ante la agresión, el desamor o la herida.
Su producción y su estilo son pues una de las tantas caras del espejo de “los tiempos”, de la ausencia de afección ante el sufrimiento emocional, psíquico, físico…personales o colectivos.
Pareciera que Llosa expusiera la aflicción, el dolor, el “no aprecio”, con desapego o por lo menos sin dramas,
Luisi nos desnuda como si esta frialdad y crudeza actuasen como protección ante una realidad demasiado agresiva, una realidad que nos ha acostumbrado al desarraigo y la ausencia o el abandono.
Hay frialdad ante al dolor, indiferencia o distancia ante el trauma o la herida, parálisis ante la desafección.
Y aún así, no desaparece de sus metáforas el sufrimiento y la violencia.
ana maría rodrigo prado