Se lo llevó todo, me resigné y me llené de paz, construí toda una vida mirando al otro lado, estamos rotos por otros, al final la espera fue el fin. Estas son algunas de las frases que emergen de las construcciones de 1000 muros nos dividen, la muestra de la cual forma parte Luisi Llosa.
Distribuidas en una escalinata y una columna que habitan el espacio de la sala, las frases en otro tiempo ubicadas dentro del sistema dinámico del “yo”, se encuentran ahora estáticas e insertas entre las construcciones de Llosa. Asimismo, tanto la escalinata como la columna se configuran dentro de una nueva capa de sentido que trasciende lo meramente arquitectónico: así como las columnas sostienen construcciones y las escaleras facilitan el transito dentro de ellas, las piezas de Llosa son elementos que su ingenio –como heurísticos- desplegó para atravesar experiencias de frustración y desentendimiento.
Sin embargo, la combinación de ladrillos prefabricados con vidrio y acrílico manifiestan la fragilidad de estas estructuras. Sutileza que utiliza la artista para evidenciar la complejidad y debilidad de la auto-reflexión o, mejor dicho, del auto-convencimiento. Sumergidas en el cemento, las frases disimulan la delicadeza del acrílico que las sujeta.
“Las emociones inexpresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde de peores formas”, escribió Freud. La obra de Llosa responde: “no hay materia que las contenga”.
Matías Helbig